A oscuras, sin ruido, sin nada que hacer por esta necesidad ya casi natural de tener algo que funcione con energía eléctrica, analizas profundamente lo que está pasando en la oscuridad, pero no en esa que las velas tratan de sofocar.
La oscuridad interna, un enigma muy personal.
Empezando con una gran revelación –al menos para mí-:
Soy demasiado autosuficiente y eso también me ha traído problemas al contrario de lo que se pueda pensar en primera instancia.
Ahora le doy la razón a mi madre –oh no…- y a muchos amigos cuando me dicen en coro: “Chuck, con que poco te conformas”.
Si, por lo regular se refieren a las mujeres y no al helado.
Y es que necesito tan poco, que me he conformado con tan poco.
Unos ojos bonitos y una buena plática podrían ser las compañeras de mi vida, un olor suave y una gran sonrisa, o hasta la sensación de ser necesario, como la pieza clave para calmar la maraña de miedos de una pequeña mujer.
Eso es muy poco en realidad, y la oscuridad me hizo comprenderlo, como la legión de voces de todas esas personas a las que realmente les importo, invadiéndome sin poder esconderme.
Y esconderse es simplemente no querer reconocer la abrumadora verdad sobre uno mismo.
Si Chuck, eres un buen tipo y cualquier mujer estaría alegre de tener alguien como tú.
Pero cuando me dijeron cualquiera, realmente me lo tome en serio.
Mi habilidad para desenmascarar a las personas antes de tiempo se ha visto varias veces abatida por mi habilidad de cerrar los ojos y dejarme llevar, por esos ojos o por ese olor.
Tal vez sea como mi espalda: un defecto de fábrica.
Pero a veces no se qué duela mas.
Solo que se la próxima vez, el check-list deberá ser un poco más extenso, no para conformarme sino para reconfortarme.
La verdad es que la vida no es tan fácil, como para sentirse bien haciéndole una llamada tierna o un poema a cualquiera.
Una más de las grandes verdades de este escritor –pésimo por cierto- descubierta por la oscuridad que habita en todas partes:
Tan bueno dándome, tan malo pidiendo.