miércoles, 25 de noviembre de 2009

De regreso del trabajo...

Vamos de nuevo, a esas noches eternas donde suplicas que al sol se le haga tarde, y que la luz no solo te queme, te anime.

Porque de esto vivo, bien o mal es mi camino, y el de muchos, ser vigilantes de códigos inhumanos, de maquinas frías, esclavizadoras.

El salir de ese lapso donde trabajas en una burbuja de luz blanca, es una bendición, es un baño caliente, es una buena cena, es un largo beso, muy largo.

Trabajar para vivir, vivir en una oficina, comer y tomar de una maquina. Ser una.

Salir y ver la noche iluminada por la civilización más tranquila que uno, despreocupada al saberse en casa, sentirse cansados, pero a un corto viaje al sueño.

Admirar el viaje, los rostros y las formas, en horas no adecuadas, con la vista perdida y moribunda.
Trabajar… trabajar… servir… no tener un rostro.

Yo no nací para usar corbata y zapatos elegantes.
Un cabello largo y una sonrisa, son adornos más adecuados para este hombre

Pero me adapto, con frio en la cabeza y calambres en los labios.

Porque de noche? Porque siempre atrasados? Porque siempre?

Tal vez debí entregarme la primera vez a la música y a la incertidumbre del “qué hacer?”…

Pero la sociedad y sus prioridades, al menos no han destruido mis sueños, solo los están guardando, para cuando los “merezca”

Otro trabajo, otra cadena, otro vicio, otra vez.

Todo sea por los buenos regalos: